Una parte significativa del parque residencial en los municipios costeros de la Región de Murcia está habitada de manera intermitente, con cifras que revelan un panorama de viviendas que en su mayoría no se utilizan como residencia habitual. Cinco municipios, en particular, concentran una proporción elevada de viviendas no principales, dedicadas principalmente a segundas residencias o alquileres turísticos.
Según los datos del Consejo General de Economistas, actualizados con cifras del Instituto Nacional de Estadística (INE), en localidades como San Javier solo el 29,9% de los inmuebles están categorizados como residencia habitual, ya sea en propiedad o alquiler. En Los Alcázares, sólo tres de cada diez hogares se ocupan de forma permanente. En San Pedro del Pinatar y Mazarrón, más del 55% de las viviendas son segundas residencias o apartamentos turísticos. Estas cifras reflejan un paisaje donde el bullicio del verano contrasta con la calma del resto del año, generando entornos que parecen artificiales y fragmentados, con ausencia de tejido vecinal estable.
El problema, además de la ocupación temporal, afecta a la dinámica social y a la planificación urbanística. La costa murciana suele tener menos residentes permanentes en comparación con el número de viviendas inscritas, multiplicando los efectos de una ocupación intermitente y dificultando la creación de comunidades sólidas en la zona.
Respuesta y adaptación de los ayuntamientos
Los municipios afectados reconocen la problemática y modifican sus políticas para afrontar los picos estacionales. Durante la temporada alta, los contratos de servicios públicos, como la policía local y otros recursos municipales, suelen ajustarse para cubrir la mayor afluencia turística, aunque esto implica elevados esfuerzos económicos y logísticos.
En localidades como La Manga, San Pedro del Pinatar o Los Alcázares, mantener y ampliar los servicios durante el verano supone un desafío, dado que buena parte de los recursos municipales están diseñados para atender la temporada alta. Aunque los ayuntamientos reciben recursos adicionales a través de impuestos como el IBI o el ICIO, gran parte de la rentabilidad turística no se traduce en un aumento proporcional en las arcas municipales, limitando sus posibilidades de inversión y planificación a largo plazo.
Este fenómeno evidencia la dualidad del carácter de la costa murciana, donde la presencia estacional planar contraste con la realidad de residentes permanentes que apenas representan una fracción significativa del total de viviendas. La problemática también trae consigo desafíos para la cohesión social y la sostenibilidad de las comunidades locales.