Las ediles de Sanidad y Educación, Belén Díaz y Rosa María Medina, respectivamente, supervisaron estos días los trabajos en el CEIP Andrés García Soler, un ejemplo de la campaña que se ha ejecutado para dejar las instalaciones en perfecto estado higiénico-sanitario.
Una normativa más exigente
La concejala Belén Díaz destacó que la nueva legislación ha supuesto un cambio significativo en el protocolo. «No solo se incrementa el número de puntos de muestreo en cada instalación, sino que también se exige una frecuencia mayor y se incluyen nuevos parámetros analíticos, como el hierro total o los aerobios», explicó. Esto se traduce en una prevención «mucho más eficaz y completa».
El proceso es meticuloso: primero se realiza una limpieza y desinfección integral de todos los sistemas de agua (depósitos, acumuladores, circuitos y puntos terminales como grifos y duchas). Quince días después, una empresa especializada toma muestras para analizar la presencia de Legionella pneumophila y otros parámetros, dejando constancia de todo en un libro de mantenimiento.
Un protocolo que va más allá de los colegios
La prevención no se limita a los centros educativos. El área de Sanidad mantiene un programa de control permanente que abarca 68 fuentes ornamentales, 7 instalaciones deportivas, 3 centros de atención a la infancia, 3 albergues municipales e incluso los aseos de los feriantes en el Huerto de la Rueda.
«Mantenemos un exhaustivo control del sistema de abastecimiento de todas las instalaciones municipales que utilicen agua, produzcan aerosoles y sean de uso colectivo, por su potencial riesgo de convertirse en focos de propagación», recalcó Díaz.
El operativo, que se refuerza de manera especial antes del inicio escolar, también se activa tras paradas prolongadas de las instalaciones, reparaciones o cuando la autoridad sanitaria lo determina, asegurando así una vigilancia continua y proactiva para proteger la salud pública.